Ante la intempestiva oportunidad histórica de que uno de los dos clubes más importantes del país descienda por primera vez en sus 110 años de vida a la segunda categoría del fútbol argentino y ante ciertos hechos recurrentes y repudiables, aquí va una pequeña reflexión:
La pasión está encendida, por miles de miles de letras que se han acumulado una detrás de la otra formando la opinión generalizada del aguante, hasta que alguien pifió el final, una vez. Esa vez, sorprendió. Fue repudiado a medias, pero con el tiempo se olvidó. Hasta que volvió a repetirse. Y así otra vez más. Un herido, dos, cuatro, diez. Hasta que la pelota, la verdadera protagonista del juego más hermoso del planeta, se manchó, cargándose varias vidas, todavía impunes, en su nombre. De repente, ya todo volvía a desvirtuarse. Ya se superaba el límite que diagraman las líneas de cal. El público arranca partidos, o los demora, anota goles, festeja desmedidamente o los termina antes de tiempo. Todo en pos de la bendita pasión. Esa pasión que no nos deja dormir el día anterior al clásico, o al partido determinante del campeonato. Esa que nos lleva a viajar distancias inimaginadas, por el solo hecho de acompañar a nuestro equipo de visitante, para rememorar el famoso "nunca caminarás solo".
Pero los límites se corrieron peligrosamente de los márgenes y justamente, no quedan márgenes para el error: ante cualquier situación determinante puede suceder lo inexplicable, y con una frecuencia e intensidad, que a su vez, lo vuelven "lógico".
Habría que pensar que se trata nada más y nada menos de un espectáculo deportivo, que es un evento social que nos excede, que ninguna potestad tenemos más que la de "calzarnos" la camiseta e ir a alentar.
Que nos quieran pintar el fin del mundo ante un posible descenso de River es, tanto una ridiculez como una burla a la enorme cantidad de hinchas que alguna vez, lo vivió en carne propia.
Un descenso es tan sólo un retroceso, una pena en lo deportivo, al no haber conseguido los resultados convenientes o requeridos para mantener la categoría de elite, ni más ni menos que eso.
Toda la locura y paranoia generada alrededor del tema, es excesiva y debe ser también ajena, ya que el verdadero hincha no perderá el sentimiento con la categoría, sino que lo refundará y probablemente, lo aumente. Por otra parte, nuestro deporte favorito se ha convertido en una victima desde que se empezaron a multiplicar las divisas que genera, por lo cual, personas afectas al vil metal lo ensucian sin el más mínimo decoro. Duele ver amenazas de tal calibre. Duele ver que se pifie el verdadero sentido del reclamo.
Entiendo que ninguna persona que no realize su trabajo con un porcentaje excesivo de resultados positivos, pueda llegar a pensar en ser amenazado de muerte por esta situación. Así también como dudo que, alguno de nosotros, al no cobrar la remuneración pretendida por la actividad desempeñada, siga intentado con el mismo ímpetu y énfasis para realizar la tarea lo más acordemente posible. Dudo que todos aquellos que nunca representaron a un club, cuyos intereses e intenciones exceden a las personas que salen a la cancha, puedan entender realmente de que se trata. Dudo que muchos entiendan lo que se siente el salir del vestuario con la fortaleza necesaria para revertir una historia, cuando tu familia, lejos, en la tribuna, está en la mira de los indeseables de siempre. Dudo que cualquiera pueda estar en esa situación.
Debemos salvar al fútbol y parar con toda esta locura. Sea cual sea la conclusión, no es más ni menos que una circunstancia, de la cual se deberá aprender para no repetirla o mejorarla en el futuro.
No existe en esto nada de vida o muerte, solo el hecho de disputar la pelota con el corazón caliente, como si fuera la última. Que el matar o morir, se represente como significado de un resultado, siendo matar el resultar vencedor y morir, el salir derrotado, y nada más que eso.
Que no tengamos que lamentar otra victima, como alguna vez resultó serlo Escobar, tras un gol en contra que dejó afuera a Colombia del Mundial ´94.
Como le explicaremos sino, a nuestros hijos, que se trata tan sólo de un juego.
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Hace 5 años