martes, 14 de junio de 2011

No me vendan más

No lo necesito. No lo quiero. No lo soporto. Puedo jurar y perjurar que estoy cansado, agotado, perdido. ¿por qué? ¿Por qué todo lo que nos rodea está sujeto a ser mercancía, a tener valor nominal?
Hay millones de experiencias que el más poderoso y millonario amo de mundo jamás pueda vivir, justamente por ese enroque brutal que genera en la personalidad humana el hecho de poseer. No soy un autista, entiendo la necesidad del dinero como valor de cambio para la subsistencia humana y también su valor simbólica para apreciar (o depreciar) cada instrumento, objeto, cosa que nos rodee. Finalmente, han conseguido ir a por todo. Tiene precio una sonrisa, una caricia, un beso, una imagen, una idea, una canción, una creencia, un amor, un color, todo. Y todos, queramos o no, nos metimos a dar vueltas en esta infernal calesita que no deja de girar, por el miedo estúpido de no pertenecer, de no llegar, de no lograr el status de vida auto-imponible que debemos conseguir, a lo que estamos predestinados desde nuestro génesis.
Lamento. Lamento ser parte de este maldito engranaje, que se come lo bello, lo hermoso, que distorsiona el faro, que corre el norte, que nos desvia el camino. ¿Estará en nosotros la solución? ¿Seremos capaces de detener la maquinaría para pensar una solución más saludable, una conexión más positiva, un final menos enfermizo? Aún así, aunque el tiempo en espera sea, como dicen, dinero; y que mientras interactuemos con nuestro intelecto nos perdamos la maravillosa posibilidad de ganar algunos centavos por sobre la media, que nos separarán de esa horrible mediocridad. Acaso la contemplación es valuable. El cielo, el mar, las estrellas, ¿tienen precio?

0 comentarios:

Publicar un comentario