A veces puedo llegar al punto cardinal de enfrentarme cara a cara con mi demencia declarada y por fin rozar, sin mesura, con el elevado resplandor de los pensamientos más oscuros como del mismo modo, rozar por añadidura lo más bajo de este mundo.
A veces llegó a quererte con la evidente insensatez de no conocerte en lo más mínimo, como suele suceder el hecho de odiarte por tu presente desinterés.
A veces suelo suicidarme ante el sincericidio, a veces me quedo con la careta puesta del mejor vendedor.
A veces me olvido de buscarte incesantemente, al punto de lograr la discreción de pasar desapercibido, sin embargo, mil veces vuelvo a pasar por el mismo sendero intentando encontrar ese acto de histeria presente, que parece deshonesto, pero siempre llega, al fin y al cabo.
A veces encuentro la salida del laberinto, como tantas otras vuelvo a perderme.
A veces te escribo, con el espíritu libre de quién sólo desea reflejar el alma en el papel y aunque sea al paso, distraer tu mirada por un instante.
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