Lo difícil en los momentos de zozobra, de vanidad, de letargo o de cansancio mental suele ser el hecho de volver a reacomodar las estructuras. Ok, desde el vamos, reacomodar evidencia la incomodidad, el descontento con la posición actual o más bien, la búsqueda de intentar volver a un pasado no lejano, encontrar un pasado similar al estadio anterior que solía consolarnos. Ahora bien, cuando la conformidad no nos es saludable, cuando no sabemos actuar con un orden pre-establecido o cuando nos resulta más sencillo y sincero vivir rompiendo pactos existentes que suelen regirnos, ¿Como hacemos?. Sucede, al mismo tiempo, que las fichas no son como en un juego, como en un ajedrez o en una partida de truco. En cualquiera de ellas, sabemos con que posibilidades contamos, por el hecho de conocer lo que tenemos a nuestro alcance y a partir de eso, queda a nuestra entera disposición el qué hacer con ellas, movimientos, jugadas, hechos. El problema, el miedo corre cuando debemos jugar un juego no estático, que cuenta como característica propia la inercia de ir alterando factores. Hoy si, hoy no, esto está, aquello también, pero no por siempre, aunque puede volver a aparecer o extinguirse para siempre. Entonces ahí, en el no poder, confluyen las instancias de indecisión. El norte parece correrse o nunca haber estado escrito, sin embargo, el reloj de arena no detiene su marcha. Podremos pifiar o acertarle a la ruleta, la única certeza es que la vida no va a esperarnos mientras nosotros intentamos parar la pelota para tratar de visualizar, hacia donde disparar.
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Hace 5 años
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