jueves, 17 de mayo de 2012

Rey del terror

Volví a ese lugar al cual hubiese preferido no regresar nunca. A tan sólo dos meses, y preso del sistema frenético que impulsa a seguir moviéndose por una necesidad primaria, tuve que volver. Había decidido no subir nunca más a ese medio de locomoción, en parte por respeto a las victimas y otro tanto por la conciencia de saber que podía ser el próximo.

No iba a volver, al menos, que alguna vez esto cambie. porque fueron muchos años de viajar así, de acostumbrase a ser un pedazo de carne transportada en lata, sin el más mínimo derecho que el de tener que abonar una tarifa para subir y presentar el comprobante al bajar.

Sin higiene, sin seguridad, con una precariedad asombrosa, surcando las calles y los campos, de centro a oeste. Con un atraso cultural y de infraestructura de más de 50 años. Las posibilidades económicas me impedían lograr otro medio más confortable e independiente, pero decidí reemplazarlo, gastando más tiempo y dinero, pero ganando vida. Incluso, me generaba un profundo dolor el hecho de palpar la transformación que sufría la especie cuando se montaba en ese medio, donde desaparecen las categorías. Da lo mismo un anciano, un niño, una mujer embarazada. Todos presos del raudo correr del tiempo y la sobre-exigencia del mundo actual. No importaba llevar harapos o traje, todos estabamos en la misma bolsa.

No iba a volver, por todos aquellos pares que murieron por el pecado de ir a cumplir con sus obligaciones un puto día de febrero, a metro nomas de donde la connivencia política, la corrupción, la ineficiencia y la impunidad de algunos se había cobrado 194 vidas hace 8 años, por el pecado, en ese caso, de ir a disfrutar de un show de rock.

Hubiese querido borrar del mapa ese lugar, que se erige como un cúmulo de las necesidades actuales, con niños en la calle, con cantidades de personas vendiendo lo que sea para sobrevivir, con corridas dignas de una carrera olímpico. Ahora también, manchado de sangre. Hubiese querido borrarlo, no volver, pero no pude.

Lo evité por dos meses, pero las mismas necesidades y apuros me llevaron a volver. Y al llegar a la estación, al recorrer ese camino de muerte, entendí que será imposible quitarmelo de la cabeza. Que, aunque no estuve ahí, estuve y estoy. Que es mi responsabilidad y la de toda la sociedad que no sea un hecho más, que haya justicia. Por todos esas personas que encontraron el final en ese lugar de paso, vivienda de otros. Por todas esas almas que pulularán por allí hasta poder descansar en paz.