Parece que la esquizofrenia habitual que nos corroe por estos días, logra que la vorágine sea parte y no invitada a la fiesta de vivir. Siendo consciente de esta realidad, a sabiendas de que el tiempo no espera, no alcanza, entramos en una marea colectiva hacia el futuro, que impide de manera vil, detenerse a reparar en las pequeñas conquistas diarias.
Esta misma rutina que impulsa, nos llena de frustraciones al no poder percibir que quizás son los menos, o tal vez, que lo importante no es el resultado, sino el camino y el ir gestándolo día a día, con la perseverancia de quien lucha por lo que quiere, y convencido de ello.
En esta época del año, de balances, de resultados fríos, ajenos, insensibles, uno va tanteando hacia donde encarar aquellos proyectos que se fueron gestando y por x motivos no se realizaron, o por cambiar la marcha, apostar a ganador para poder conseguir mejores logros.
Se busca entonces, un poco de reposo para aclarar la mente, barajar y dar de nuevo, pero con las reglas claras. Parte del triunfo es saberse satisfecho por lo hecho, sea poco o sea mucho y utilizar esto de impulso en busca de más. No es motivo de avaricia, sino del recordar que los días están contados, para bien o para mal, y que en pos de esto, tenemos un a misión que llevar adelante, por la cual vale la pena luchar.
Cuanto más pura, aguerrida y genuina sea la lucha, definitivamente mejores serán los resultados, consecuencia del trabajo a conciencia.